Publicado el
2:53 pm por
José Rafael Sosa www.joserafaelsosa.com
e-mail: redaccion[@]elnacional.com.do
e-mail: redaccion[@]elnacional.com.do
El triller Los Reyes: La verdadera historia del Buster y el Camaleón
es una producción con fallos notables en sus valores de producción, pero
que debe operar, de cara al público popular, como un plato de miel para
abejas dado el carácter sensacionalista y coyuntural de un cine que se
asemeja mucho a buena parte de lo que se hacía aquí antes de la entrada
de la Ley Nacional de Cine.
La crítica la considerará como material de hoguera y pedirá la cabeza
del director y guionista Vicente Castro. Lo que se verá en pantalla
satisfará morbo y narco-chismografía, pero desde el punto de vista del
rigor de cine quedarán como materias pendientes: los saltos e
incongruencias del guión, las terribles actuaciones secundarias, la
iluminación deficiente, una fotografía que debió ser mejor, los
problemas de anacronismo (como los 10 años que pasan sin que se perciban
en el agente federal investigador, o como el muerto de un tiro en el
pecho sigue agonizando después de muerto, o manejo dado a la escena en
que detienen al español “Del tiempo”, solo para desnudarlo y verlo
correr, todo de absoluto mal gusto).
Las fílmicamente innecesarias escenas de sexo y las soluciones visualmente simplistas a planteamientos que requerían de un trato mucho más cuidadoso y detallado.
En justicia hay que decir a su favor que, en tanto su origen puertorriqueño, Los Reyes no contaron con patrocinios dado el hecho de que la gran empresa no se inclinaría por involucrar su nombre en una producción con este tema y tampoco con los beneficios de la Ley Nacional de Cine.
Lo que se hizo se logró por el valor y la voluntad de sus productores, incluso hipotecando propiedades en Puerto Rico.
Las fílmicamente innecesarias escenas de sexo y las soluciones visualmente simplistas a planteamientos que requerían de un trato mucho más cuidadoso y detallado.
En justicia hay que decir a su favor que, en tanto su origen puertorriqueño, Los Reyes no contaron con patrocinios dado el hecho de que la gran empresa no se inclinaría por involucrar su nombre en una producción con este tema y tampoco con los beneficios de la Ley Nacional de Cine.
Lo que se hizo se logró por el valor y la voluntad de sus productores, incluso hipotecando propiedades en Puerto Rico.